domingo, 22 de febrero de 2009

CARLOS DELGADO

En agosto del año pasado Carlos Delgado, actor, director y productor de teatro, nos visitó mientras subía a escena bajo su diercción la obra "Ponme la mano aqui". En esa oportunidad supo comentarnos de sus inicios, logros, celebraciones y preferencias dentro del medio escenico. Quien lo conoce, encuentra en Carlos un profesional comprometido, audaz, inquieto que no deja de generar espectáculos y oportunidades para que los ya experimentados actores, e incluso los nuevos, puedan mostrar sus virtudes y dotes en las tablas.

¿Cómo empezaste a hacer teatro?

Fue casi accidental, siendo muy chico conocí a Claudio García Bes y a Carlos Armata que son muy reconocidos a nivel teatral en la provincia. A partir de ellos empecé a ver mucho teatro como espectador pero era muy tímido y no creí que me animaría a hacerlo.
En el año 1990 Lucrecia Ramos vuelve de Buenos Aires y dicta un taller en el centro cultural de la UNSa. Carlos Armata me dijo: “¿Por qué no vas y te inscribís en el curso que tiene pocos alumnos?”, y entonces fui, por apoyo a Lucrecia, y recuerdo que en la primera clase le dije “yo vengo a mirar” y ahora ves, (risas) estoy hablando de teatro…

¿Qué fue lo que descubriste en este taller del centro cultural de la UNSa?

Primero que nada te descubrís vos, eso es fundamental. Fui siempre muy tímido, y a partir de ese momento mi cabeza fue cambiando, descubrí que el horizonte es mucho más amplio de lo que supuse. Trabajaba en una tabacalera en ese momento y el teatro era como un hobby, no lo tenía asumido como carrera; siempre dudé de algunas cuestiones hasta que me cayó la ficha y dije no “¿qué estoy haciendo? estoy perdiendo el tiempo”, estudié derecho, inglés y un montón de carreras que nunca terminé, hasta que me di cuenta que lo que quería hacer era teatro y dedicarme a esto en serio, hata ese momento pasaron unos seis o siete años. Estuve en la tabacalera unos años más y un día dije “basta, voy a intentar vivir de lo mío aunque mis amigos me decían: no, pero como vas a dejar tu laburo, vas a pasar hambre…” yo quería hacer lo que me gusta y no me fue tan mal…

¿Cuáles fueron tus primeros trabajos?

En la primer obra en la que actué fue en el teatro universitario, dirigido por Claudio Gacia Bes, el texto era de Tenesse Williams, una obra bastante compleja, bastante difícil, creo que me faltaba una experiencia de vida para asumir ese personaje, el tenía cuarenta años y yo veinte oséa que me faltaban estas experiencias para entender algunas cuestiones que el personaje tenía. Más allá de todo creo que salí airoso bajo la dirección de Claudio, siento que hoy ese personaje sería absolutamente distinto en la forma que uno podría trabajarlo y encararlo. En aquella oportunidad tenía poca experiencia, más bien nula, salvo el taller con Lucrecia y debutar con un protagónico fue muy osado de mi parte y por la de Claudio mucho más para elegirme.
Empecé a dar clases en Güemes a través de un plan de fomento del Instituto Nacional del Teatro, me presente porque pensé que podía enseñar algo pero tampoco sabía cómo, casi ni nada. Me presente en el concurso para ser instructor y el jurado que entendía del asunto me eligió y me asignan la ciudad de General Güemes a la que fui con mucho miedo porque ya había un grupo que existía antes ahí y no sabía que prejuicios podían tener, me sentía muy novato, pero pasó todo lo contrario, ese grupo que existía fue mi fundamental punto de apoyo para poder trabajar y tener esas clases, después de esa asistencia técnica quedó conformado el grupo “El Laberinto” que es uno de los más representativos de la provincia. Y con ellos hice mi primera dirección con una obra que se llamaba “Bienvenidos al primer mundo” de Atilio Sanota. Del curso terminaron cuarenta y tres de ciento nueve que habían empezado. Es difícil trabajar con un grupo tan grande porque no podés atender las necesidades particulares de cada uno, el número ideal para trabajar es de quince aunque obviamente podés trabajar con grupos más grandes pero también tenés que ver la cuestión económica, en dónde estás trabajando, y con el tiempo te vas acostumbrando a manejar un grupo mas numeroso.
“Bienvenido al primer mundo” la estrené con mucho temor, con muchas dudas y siempre pensando en que podés meter la pata o que te falta todavía terminar de formarte, pero creo que el animarte a hacer alguna cosa es lo que te permite seguir aprendiendo de tus propios errores y seguir corrigiendo algunas cosas.

¿Qué buscas en una actriz o en un actor cuando lo estas capacitando?

Yo sostengo algo, creo que cualquier persona que tiene ganas puede hacer teatro. Evidentemente hay gente que viene dotada por naturaleza por lo que le resulta muy fácil pararse frente a un escenario y componer un personaje. Y hay mucha otra gente tímida, como yo al principio, que necesita un estimulo mayor y un empujoncito hasta que “estalla” en su debido momento, algunos tres meses, otros seis, otros un año o dos, hasta que se animan a componer o hacer otra cosa. Creo que lo fundamental es el compromiso, a veces encontrás alumnos o tenés colegas que son sumamente talentosos y por otro lado están sumamente desperdiciados, no se comprometen con el trabajo. A veces prefiero trabajar con ese que talvez le cueste más, que no tiene el don natural, pero que tiene el compromiso, la permanencia y la constancia; y seguramente va a encontrar al personaje que busca, vamos a tardar un poquito más pero esa persona va a trabajar, no va a faltar a una función y estará absolutamente comprometido con lo que quiere hacer.

¿Adherís a algún tipo de teatro en particular?

No, digamos que a raíz de dirigir clases he trabajado un poco con todos los géneros. Básicamente con mi grupo “Bajo Fondo Teatro Club” trabajamos más los nuevos autores, lo que es la nueva dramaturgia argentina y latinoamericana, lo que para algunos es un teatro raro, no porque sea raro, sino que lo que la gente decodifica no esta dicho de una manera lineal y directa, y al mostrarlo distinto siempre piensan que hay algo más.
Pero con “La Troupe Teatro” que es el primer grupo que se forma acá en Capital después de “El Laberinto” de Güemes, las chicas que quedaron buscan un teatro más naturalista y realista, entonces trabajan con obras que tienen que ver con la vida cotidiana.
Hago un poco de todo, dirigí la comedia musical “Monjas con humor” que fue todo un desafío, por ejemplo poner al actor cantando, bailando y que no perdiera el personaje; fue bastante divertida podríamos decir. Insisto, creo que probando es donde vas aprendiendo también, en el mismo ser, en el mismo andar y vas modificando tus propios errores y vas reconociendo tus aciertos sobre el cual vas construyendo tu camino sobre lo que querés hacer específicamente.


Hiciste muchas obras ¿Cuál de todas ellas te trajo mayor gratificación? Tanto profesional, personal o económicamente.

En el año 1996 hago mi primera comedia como protagonista. No pensé que tenía la capacidad de hacer reír a la gente, siempre pensé que era un actor más bien dramático, claro es más fácil provocarte el llanto que hacerte reír. Actué en “Taxi compartido” que fue una comedia muy exitosa en el ’96 donde descubrí que la gente si se puede reír conmigo y fue la obra que trajo el reconocimiento público, que en la calle te llamen por el nombre del personaje, ir a la farmacia y que te pregunten -¿vos sos el actor de…?- (risas), era ser un personaje público.
En el año ’97 hacemos una obra que se llamaba “Ceremonia Ortopédica” que fue una propuesta del director mendocino Walter Neira que decidió hacer la obra con actores del curso que había dictado y fue a ver “Taxi” y le faltaba uno. Él le dijo a Claudia Bonini, una de las actrices -ese es el actor que quiero para la obra-. Así surge “Ceremonia Ortopédica” en el que hacía cuatro personajes, y con los chicos del elenco la llamábamos la “agencia de viaje” porque la estuvimos haciendo tres años y fuimos a Jujuy, Tucumán, Santiago del Estero, Santa Fe, Chile, Uruguay, Bolivia, muchísimos otros lugares y festivales, permanentemente estábamos de viaje con la obra así que fue muy satisfactoria desde ese lugar, tener un reconocimiento, un espectáculo que de repente funcionaba en los festivales y circuitos teatrales, situación que no había pasado antes, era sumamente placentero y llegamos a hacer más de cien funciones.
Lo teatral no funciona como los titiriteros que mantienen sus obras durante muchos años, en cambio nosotros no, hacemos una temporada a lo sumo dos y el espectáculo se muere, y es lo que estamos tratando de revertir la mayoría de los teatristas, tratar de sostener en el tiempo un espectáculo porque siempre hay alguien que no la vio.
Dentro de lo último “Monjas” fue todo un suceso de público. Fundamentalmente fue un espectáculo que la gente eligió más allá de las diferencias que tenemos entre los distintos colegas en cuanto a lo que hace al teatro no convencional, si es teatro o no, yo creo que siempre hacemos teatro para el público y no para nosotros mismos, sean diez o cuatrocientos que entran en la sala creo que merece el mismo respeto que cualquier otro espectáculo que haces, todos hacemos teatro, finalmente, para ese público que nos va a ver específicamente.
Después fue “El Coordinador” con el que estuvimos participando en un par de festivales, en la Fiesta Regional, en la Fiesta Nacional del año 2006; que es donde volví a actuar y fue muy placentero encarar un personaje que creí me resultaría sumamente difícil y que de hecho me resulto difícil, pero conseguirlo, encontrarlo cuando podés atrapar al personaje y mostrarlo es la más maravilloso en tu rol como actor.

¿Cuáles son las técnicas para componer un personaje?

En general creo que todos trabajamos como trabajó Stanislowski, el gran maestro teatral, el empezó con el actor no externo sino con el interior, que tengo que empezar a creer lo que estoy diciendo y sintiendo para que vos espectador me puedas creer. Y tiene que ver mucho con eso, trabajar el adentro, el conflicto interno del personaje para que esto pueda aflorar y vos espectador te puedas enganchar con eso que te están sugiriendo. Nos encontramos a veces con actores que construyen todo lo de afuera y entonces uno siente que no le cree o lo que denominamos vulgarmente está “sobreactuando”, oséa cuando exagera su llanto, su enojo o lo que fuera pero no es creíble.
Posibilidades hay muchas, a veces, luego de construir lo externo te metes adentro o también trabajás el adentro primero y a raíz de eso te sale el afuera. Siempre tenés que encontrar una diferencia con vos, que aquel que te conoce vaya y no te encuentre sobre el escenario caminando y hablando igual, si bien es tu cuerpo y tu voz tenés que encontrar eso movimiento que te hace diferente para que se note la construcción del personaje y no que sos vos mismo.
No hay una técnica única, creo que las búsquedas pueden ser muchas pero tiene mucho que ver con el rol que estas jugando concretamente porque también necesitas saber que está buscando el director, hay todo un laburo de mesa previo de qué es lo que quiere decir el autor y a partir de eso qué es lo que queremos decir como grupo de ese espectáculo que elegimos.

¿Cómo llegan a tus manos y cómo elegís las obras?

Generalmente las leo yo. Me estoy transformando en una maquina de leer, cuando el material me supera empiezo a pasarlo por mail o libro a mis alumnos y un poco van dirigiendo ellos. En el caso de “La Troupe” las chicas eligen sus propios textos con su tendencia más naturalista y realista, entonces ellas eligen el texto y yo las dirijo o Manuel Agüero, que es mi colega, trabaja con ellas. En otros casos tiene que ver con el número de actores con el que contás, uno de los graves problemas que tenemos en Salta es la carencia de actores varones, somos muy pocos y a medida que vamos creciendo va quedando como una brecha generacional que no encontrás actores entre 25 y 30 años, o somos todos más grandes o somos más chicos. En los talleres ocurre lo mismo, son un varón cada ocho mujeres aproximadamente e históricamente siempre fue así, este año estoy gratamente sorprendido porque en el taller de la Fundación Romero tengo mayoría de varones en todos los grupos y hasta las chicas se sentían extrañísimas porque es un fenómeno que no ocurre habitualmente en la mayoría de los talleres, pero siempre hay más mujeres porque son más decididas, más predispuestas que los varones para hacer teatro.




Comentanos de qué se trata “Ponme la mano aquí”


A diferencia de lo que el título sugiere es un drama con todas las letras. Son cuatro mujeres que viven en una misma casa, parientes entre si, en una casa en la que nunca hubo hombres y la aparición de uno transforma y desata todos los viejos rencores, los odios, las diferencias, las competencias; más allá de que al hombre nunca se lo ve en escena. Tiene que ver con la relación entre estas mujeres que están pintadas como dos hermanas, una solterona y la otra con dos hijas, y después vas descubriendo que la verdad no es así como se cuenta, entonces surgen estas peleas, estos rencores por la aparición de este hombre.






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Carlos Delgado
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